Desde que el jueves 1° de septiembre me enteré del intento de asesinato a la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sentí que se había cruzado una frontera. Desde que tengo memoria con mis 23 años, nunca había vivido un hecho de violencia política que pudiera poner en riesgo la institucionalidad y la convivencia democrática como un intento de magnicidio. Dediqué gran parte del fin de semana, entonces, a pensar cómo trabajar este tema en el colegio en el que trabajo. No era tarea fácil, porque el acontecimiento está atravesado por sensibilidades políticas. Además, a diferencia de lo que muchos deseamos en la inmediatez, el hecho no suscitó una reacción unánime ni concertada de la clase política ni de los medios de comunicación. Por el contrario, con el pasar de las horas y los días, las diferencias en su abordaje fueron incrementándose.
El lunes, entonces, me propuse abordar el asunto de forma frontal, siempre desde la apertura a las distintas opiniones pero demarcando claramente los límites de lo opinable dentro del respeto a la vida y la convivencia democrática. Sin embargo, ese abordaje directo del tema no me ayudó a enmarcar los debates que quería proponer (un análisis de las distintas reacciones en el campo opositor y oficialista y del contexto en que un atentado de esta magnitud se hace posible). Lo que primaba, para mi sorpresa, era la sospecha en muchos casos e incluso la seguridad en varios alumnos de que el atentado había sido “armado” por el gobierno. Por lo tanto, no pude avanzar en las reflexiones que quería proponerles.
Llegué a mi casa algo frustrado. Sin embargo, tras un intercambio en un grupo de whatsapp del trabajo con colegas a los que le pasó lo mismo, me puse a pensar estrategias para poder trabajar los temas que me seguían pareciendo fundamental abordar. Evalué bajar o readecuar las expectativas de lo que quería reflexionar en clase con los demás cursos. Pese a todo, la convicción de la importancia que tiene sembrar el pensamiento crítico y los valores democráticos ante una situación de esta gravedad me obligó a repensar el método sin abandonar el objetivo.
Con el correr de los días, en las clases me fue mucho mejor debatiendo lo antes mencionado. A punto tal que una colega se me acercó después de su clase y me dijo que los estudiantes con los que trabajé en la primera hora de la mañana le contaron entusiasmados que les gustó cómo se dio el intercambio Quiero transmitir en esta nota, entonces, cómo encuadré la clase con la idea de que esto le pueda servir a otros docentes y/o ciudadanos que les interese intervenir en este tema. La duración de la clase que propongo a continuación es de ciento veinte minutos reloj (tres hora cátedra).
Lo primero que hice fue no abordar el tema directamente, sino comenzar por otros temas y conceptos que me hicieran llegar a destino “en diagonal”. Al comenzar la clase les dije que hoy íbamos a trabajar en un diálogo entre la historia y el presente. Traje a colación los hechos de la Semana Santa de 1987. Según el año, le di mayor o menor profundidad a este tema introductorio, pero los puntos básicos que trabajé fueron:
- El juicio a las juntas, que tuvo como objetivo juzgar a las cúpulas militares por los delitos de lesa humanidad cometidos en la dictadura. A su vez, cómo el juez falló en favor de la necesidad de seguir investigando a los comandantes que hubieran ejecutado el plan diseñado y ordenado por las juntas.
- El descontento, las presiones y amenazas de las FF.AA. para frenar el proceso de justicia abierto.
- La reacción de Alfosín de sancionar la Ley de Punto Final, que ponía una fecha límite al inicio de juicios por las violaciones a los DD. HH., después de la cual todos los delitos por los que no se hubiera iniciado una causa prescribirían. Asimismo, cómo el efecto generado por esta ley fue contrario al esperado: los familiares, organismos, jueces y fiscales comprometidos con los DD. HH. aceleraron el inicio de los juicios para que no queden delitos sin juzgar.
- El levantamiento carapintada y su supuesto objetivo de “no efectuar un golpe”, sino solo presionar para que se frene el proceso de justicia y la decisión de Alfonsín, apoyada por el peronismo, de negociar con los militares.
- La reacción popular: cientos de miles de personas movilizadas a los cuarteles sublevados y, fundamentalmente, a la Plaza de Mayo para impedir la llegada de los carapintadas y evitar un eventual golpe de Estado.
- La reacción del peronismo -principal fuerza opositora- bajo el liderazgo de Cafiero: llamar a Alfonsín y ponerse a su disposición entendiendo que lo que se ponía en juego no era solo su gobierno, sino, la institucionalidad democrática. El desenlace de la “Ley de Obediencia Debida”, y su resultado ambiguo: se preservó la democracia, pero poniendo un límite al proceso de justicia.
Usé las siguientes imágenes de Cafiero junto a Alfonsín en el balcón de la Casa Rosada, y de la plaza de mayo llena con una diversidad de sectores políticos y gente inorgánica. Estos recursos tienen un impacto muy interesante en la llegada a los adolescentes (Todas las imágenes que fui usando las subí a una carpeta de drive, les di acceso a través del classroom y les pedía que las observábamos juntos):
Con esta introducción, busqué resaltar la reacción conjunta de toda la clase política y de la sociedad en general para defender la democracia cuando esta corrió peligro: la memoria de la violencia política y de los golpes de estado estaba muy fresca.
Luego, cambiando de tema, les propongo reflexionar en el pizarrón a partir del concepto de magnicidio. Definimos el concepto y les planteo dos preguntas en el pizarrón:
“¿Qué se pone en juego en un magnicidio? ¿Qué lo diferencia de un crimen ´común´?”
Además de la definición formal (“Muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”)1, me gusta aclarar que la gravedad del magnicidio también se da porque la persona asesinada no solo porta su individualidad, sino que también representa generalmente al Estado y a un sector de la sociedad. En las respuestas a las preguntas suele salir lo que se pone en riesgo en caso de magnicidio: “la estabilidad”, la posibilidad de una “guerra civil”, “la democracia”. Mi objetivo acá es dejar plasmados dos conceptos que le dan un diferencial al crimen de magnicidio y lo distinguen de un crimen común, sin que en cuanto a lo humano haya diferencias en el valor de cada vida:
- Se pone en peligro la institucionalidad democrática, su estabilidad.
- Se pone en peligro el derecho de la sociedad o una parte de ella a verse representada.
Una vez planteado esto en el pizarrón, les comento que quiero que hablemos del atentado hacia la vicepresidenta que tuvo lugar el jueves pasado y les pregunto si se enteraron, qué piensan del tema, si alguien duda de la veracidad del hecho, cosa que, por lo que vi, suele ser bastante extendida.
Es en este entonces cuando les propongo, antes de sacar conclusiones o dar mi opinión, pensar en frío a partir de lo que sabemos y analizar los datos y pruebas que tenemos. Les propongo hacer uso de lo que llamo “pensamiento crítico” y les pregunto si saben de qué se trata. Suelen salir ideas como “ir a los hechos”, “dejar de lado la ideología o simpatías propias”, las ideas de “objetividad” o “neutralidad”, “no tergiversar”, etc.
A partir de estas ideas, les propongo hacer un recorrido por los datos certeros que tenemos hasta ahora.
A continuación introduzco:
“Lo que sabemos hasta ahora es que un hombre llamado Fernando Andrés Sabag Montiel, nacido en Brasil, pero que vivió prácticamente toda su vida en Argentina, el jueves pasado acudió a la casa de Cristina y, cuando ella saludaba a sus simpatizantes, le apuntó a la cabeza a muy poca distancia y gatilló.
Sabemos, además, tres cuestiones claves para analizar el caso:
- Está comprobado a través de sus redes sociales, de sus apariciones en la televisión y a través de las personas más cercanas a Montiel, que el acusado de intento de magnicidio tenía una postura política muy definida en contra del gobierno, además de tener más de un tatuaje que utilizan las organizaciones neonazis en el brazo (el “sol negro”, la “cruz de hierro”, entre otros)2.
Las supuestas imágenes de Montiel posando con la vicepresidenta como militante que circularon en las redes sociales son falsas. El verdadero sujeto que aparece en las imágenes es otra persona, Ignacio Barbieri, que salió a aclarar la situación3.
También se sabe que la novia de Montiel, Brenda Uliarte, acudió con él al lugar del atentado4 y se sacó fotos con el arma, a pesar de haber declarado anteriormente que no veía a su novio hace días y que desconocía que él tenía un arma. Ella usaba seudónimos como “Ambar Eliza” en redes sociales y pertenecía a grupos o seguía cuentas opositoras al gobierno con nombres como “democracia es sin K”5.
Por otra parte, tanto Montiel como la novia han aparecido en móviles de TV hablando en contra del gobierno en distintas ocasiones6.
- Por su parte, los peritajes del arma indican que la pistola efectivamente estaba cargada y funcionaba perfectamente. El arma fue peritada con más de 50 balas, las cuales todas salieron perfectamente. Esto indica que el disparo no salió por el hecho de que Montiel no deslizó la corredera o lo hizo incorrectamente7.
- Lo que no sabemos hasta ahora es si Montiel y Uliarte actuaron solos o si fueron parte de una organización o una red de personas que planificó matar a la vicepresidenta. Como es objeto de la investigación, es preferible no hacer especulaciones para no descentrarnos de los datos que sí tenemos.»
En este momento de la clase me permito tomar posición, sin que esto obture posibles cuestionamientos. Creo que es parte de mi rol como docente poder exponer una interpretación propia argumentadamente sobre un tema tan sensible, pero siempre incentivando a que la misma pueda ser cuestionada. Algunos colegas sostienen legítimamente que es mejor no posicionarse ante temas tan sensibles y lo respeto. Sin embargo, desde mi punto de vista, parte del aprendizaje pasa por incorporar la capacidad de escuchar, acompañar y/o confrontar distintas opiniones, especialmente cuando se trata de temas candentes.
Continúo:
“Con esta información, y pensando en frío, dejando de lado las opiniones o prejuicios políticos que todos tenemos, déjenme plantearles lo que pienso. Para mí es muy difícil de sostener que se trate de un falso atentado, un autoatentado, o algo “armado” si tenemos en cuenta las pruebas con las que contamos. ¿No es acaso muy difícil de sostener que se trata de un ´autoatentado´? En ese caso, Cristina habría puesto a una persona claramente opositora, que la odia y que tiene tatuajes neonazis a apuntarle a la cabeza y gatillar con un arma de fuego que funciona perfectamente, cargada con cinco balas. ¿Quién se expondría a eso sabiendo que lo único que la separaría de la muerte es la buena voluntad de Montiel?
Quizás la situación sería distinta si se tratase de alguien que acaba de salir de la cárcel o de alguien que nunca vivió en Argentina y llegó acá sin tener mucho que ver con la política del país. Pero vemos cómo este hombre y su novia tienen una trayectoria personal de claros posicionamientos contra el actual gobierno, algún grado -mínimamente- de simpatía con las idea neonazis, se expresaron en redes y TV repetidamente en contra del gobierno, acudieron allí con un arma cargada y en funcionamiento y Montiel gatilló dos veces. Es realmente muy difícil sostener que hay probabilidades de que el intento de magnicidio se trate de una farsa”.
A este punto, generalmente me encuentro con una mayoría que, por lo menos, escucha mis argumentos y los incorpora críticamente para sacar conclusiones propias. Algunos, por ejemplo, siguen sosteniendo que se trata de una farsa. Otros, por el contrario, a partir del análisis de las pruebas disponibles, concluyen que lo más probable es que se trate de un atentado, efectivamente. Lo más interesante es que a esta altura de la clase quienes escucharon más abiertamente la reflexión que les propuse comienzan a discutir en buen tono con aquellos que sostienen firmemente la opinión inicial. Más allá de las conclusiones a las que llegue cada alumno, lo que me importa es que logramos crear un ámbito de debate crítico con argumentos -y ya no desde “sensaciones” o prejuicios- a partir de las pruebas concretas del caso. En este momento, incentivo que se generen contrapuntos ordenados entre los estudiantes para que cada uno desarrolle sus argumentos respetuosamente.
Entonces, continúo:
“A pesar de lo que les digo y de la evaluación que tengo, entiendo perfectamente la incredulidad. Por tres motivos, esencialmente:
- Por un lado, el poco profesionalismo de la custodia de Cristina deja perplejo a cualquier espectador. Incluso sin saber nada de operativos de seguridad, es evidente que es incorrecto no alejarla instantáneamente del lugar de los hechos, no interponerse ante el posible disparo y tardar tanto en atrapar y detener al atacante. Es lógico, completamente lógico descreer de la poca seguridad con la que cuenta una vicepresidenta y es, además, realmente preocupante. En situaciones en las que la estabilidad del país se muestra tan frágil, es mucho más fácil psicológicamente suponer que se trata de una farsa antes de tomar consciencia de que el futuro puede ser tan incierto.
- Si volvemos sobre el concepto de magnicidio que trabajamos al principio de la clase ¿Se acuerdan que salió la idea de una posible “guerra civil” en caso de un magnicidio? ¿Se imaginan qué podría haber pasado en caso de que el tiro saliera? Ante lo inimaginable de la situación en la que estaría el país hoy de haberse concretado el disparo, es una reacción esperable descreer de la situación. Como mencioné en el punto anterior, es mucho más fácil para nuestra psiquis suponer que se trata de una farsa antes de asumir que la vida tal como la conocemos, nuestra estabilidad, la democracia misma hayan estado tan cerca del abismo. Imagínense por un momento en qué situación podrían estar hoy las calles, probablemente la gente estaría enloqueciendo en un espiral de violencia. Como afortunadamente no pasó, es más que lógico y entendible descreer de lo que podría haber pasado.
- En tercer lugar, somos de una generación que no conoce la violencia política como práctica generalizada. En ese sentido, nos parece inverosímil que alguien haya querido realmente matar a un líder político. Sin embargo, si miramos la historia de nuestro país, la violencia política fue algo mucho más común y duradero que la relativa tranquilidad de los últimos 39 años.
En resumen, lo que nos fomenta la incredulidad es justamente que la estabilidad del país haya pendido de un hilo tan frágil como la inoperante custodia de Cristina Kirchner; es haber estado tan cerca de una situación que apenas podemos imaginar de lo caótica e incierta que sería; es la falta de noción personal acerca de la posibilidad de que la violencia física sea parte cotidiana de la política. Frente a hechos traumáticos es normal que florezcan las teorías conspirativas, como en el caso de las torres gemelas, el asesinato de Kennedy, etc.”
Algo que suele salir es la pregunta de cómo va a olvidarse Montiel de deslizar la corredera si pareciera ser que preparó el crimen y estaba decidido a hacer algo de semejante magnitud. Lo que yo respondo a esto es una lección que aprendí estudiando historia: aunque sea más común pensar que el futuro es claro, seguro, esperable, lo cierto es que en determinados momentos depende de fallas, malos cálculos, olvidos humanos, etc. ¿La primera guerra mundial no se inició acaso por un magnicidio? ¿No podría haber fallado el asesino de Francisco Fernando? ¿Cómo es que EE. UU. no previó el atentado a las torres gemelas?, etc.
Sigo la clase proponiendo analizar las reacciones políticas al atentado.
En cuanto a la oposición, en un primer momento, gran parte del arco político se expresó en repudio al atentado, se solidarizó con Cristina y pidió el esclarecimiento del hecho. Algunos ejemplos son los del jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Rodríguez Larreta, el Presidente de la Unión Cívica Radical Gerardo Morales, el líder opositor y ex-presidente Mauricio Macri, legisladores nacionales de ambas coaliciones de forma informal, los bloques de diputados y senadores de Juntos en la Provincia de Buenos Aires, entre otros.
Sin embargo, rápidamente algunos diputados opositores comenzaron a minimizar el carácter político del hecho, desatendiendo todo lo que vimos que se ponía en juego en caso de un magnicidio; otros incluso cuestionaron la veracidad del hecho. Veamos ejemplos:
En el caso del Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires Martín Tetaz, de Juntos por el Cambio, comenzó a minimizar el hecho negando su carácter político y sacando supuestas conclusiones -a los pocos minutos del atentado y sin ninguna prueba- de que no hubo grupos políticos detrás del atentado, de la salud mental de Montiel (lo calificó de desequilibrado incluso antes de cualquier pericia psicológica).
Por otro lado, la Diputada Provincial de Santa Fe Amalia Granata, comenzó a esparcir rumores de que el atentado fue falso, obviamente sin expresar ningún tipo de solidaridad con la vicepresidenta. De más está decir que lo hizo sin ningún tipo de prueba.
Por último, analicemos la reacción de la presidenta del PRO, que habla institucionalmente en nombre de ese partido y de su bloque de diputados. Sin solidarizarse con Cristina ni repudiar el hecho, utilizó la expresión “jugar con fuego” -minutos después de que le hayan apuntado con un arma de fuego- para criticar la decisión del presidente de llamar al pueblo a movilizarse en defensa de la democracia. Es decir, sin ningún tipo de repudio al hecho, comenzó a utilizar expresiones que parecieran buscar una provocación.
Ahora analicemos la reacción del gobierno. El gobierno decretó un feriado por la gravedad institucional del atentado -recordemos lo que se pone en juego en caso de un magnicidio- y llamó al pueblo a expresarse en favor de la convivencia democrática. La movilización del viernes en Buenos Aires superó el medio millón de personas, así como en distintas ciudades del país las imágenes de grandes movilizaciones también estuvieron presentes.
Lamentablemente, a diferencia de lo que pasó en la Plaza de Mayo de la Semana Santa de 1987, los partidos mayoritarios de la oposición no acudieron ante el llamado del gobierno a movilizarse en defensa de la convivencia democrática. Sin embargo, el sábado 3 de septiembre, el gobierno convocó a una sesión en la cámara de diputados para repudiar institucionalmente el atentado. La Unión Cívica Radical acudió y dio quórum. Además de acercar su solidaridad con la vicepresidenta, tras votar el comunicado, la UCR marcó en los habituales discursos legislativos legítimamente sus diferencias respecto a la reacción del gobierno. El partido PRO puso dos condicionamientos para sesionar. Por un lado, pidió que se elimine de la declaración la condena a los discursos de odio que fomentan la violencia política. Por otro lado, puso como condición que se votara antes de los habituales discursos, ya que no quería escuchar ni decir nada al respecto. Por su parte, el diputado Javier Milei se negó a repudiar el atentado y, en cambio generalizó un repudio hacia la violencia, desestimando la gravedad institucional del intento de magnicidio.
En el documento leído en la Plaza de Mayo, además de repudiar el atentado, el gobierno buscó instalar la discusión sobre si el atentado se trató de un hecho aislado o si fue el resultado de un largo proceso de años de incitación al odio hacia la figura de Cristina Kirchner y sus seguidores por parte de distintos sectores. Veamos un fragmento del documento8:
Más allá de las simpatías o antipatías políticas, creo que vale la pena darle lugar a esa reflexión. Analicemos, entonces, las siguientes imágenes y pensemos si podemos darle entidad al argumento de que este atentado se trata del resultado de un largo proceso de odio y/o agresiones a la vicepresidenta. A veces sale el cuestionamiento de que “la violencia viene de los dos lados”. Yo suelo responder que, en caso de haber expresiones violentas contra la oposición, serían igualmente repudiables. Pero estuvimos ante un atentado a Cristina Kirchner, por lo que debemos analizar qué pasa alrededor de su figura. Además, según el tiempo que tengo, suelo preguntar por las situaciones concretas a las que se refieren para poner el foco en desarmar discursos que circulan y centrarnos en los hechos.
Ya en 2008 y 2012 Clarín publicó las siguientes caricaturas de Sabat de Cristina con la boca tapada con cinta y con un ojo morado por un golpe.
Asimismo, podemos ver cómo empezaron a aparecer carteles como estos en las movilizaciones opositoras, principalmente de la clase media, durante su segundo mandato.
En los últimos años, sin embargo, en las movilizaciones opositoras a este gobierno vimos un incremento y normalización de intervenciones similares a estas, cada vez más elaboradas:
Más preocupante aún, han aparecido intervenciones igualmente escalofriantes firmadas por la agrupación autodenominada “liberal” “Jóvenes Republicanos”, de una línea interna del partido PRO:
Aquí resalto la diferencia entre una expresión “inorgánica” y una expresión premeditada por un partido.
Por otro lado, en mayo de 2021, una bomba casera explotó en un local de la Cámpora en Bahía Blanca9.
En esta seguidilla de acontecimientos, en marzo de este año un grupo de personas apedreó el despacho de la vicepresidenta mientras se discutía el acuerdo con el FMI. Frente a este hecho, la primera reacción de la oposición fue acusarla de victimizarse y cuestionar la veracidad del hecho, cosa que pudo comprobarse posteriormente por la filmación que hizo un secretario de la vicepresidenta con su celular y las cámaras de seguridad que filmaron los hechos desde la calle. La comprobación de la veracidad del incidente, sin embargo, no redundó en un repudio a lo sucedido.
El video que vas a ver te muestra en tiempo real, desde el exterior y desde adentro (en este último caso recién a partir de los 12 minutos de haber comenzado la pedrada), el ataque contra la Vicepresidenta de la República Argentina que alguien planificó y mandó a ejecutar. Grave. pic.twitter.com/EdqFrknhPm
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) March 14, 2022
Asimismo, mientras hace dos semanas se discutía el alegato del fiscal Luciani, en el cual se pidieron 12 años de cárcel para Cristina Kirchner, un diputado del PRO pidió la pena de muerte para la vicepresidenta. El diputado Francisco Sánchez, cercano a Patricia Bullrich, alegó que 12 años era insuficiente. Su fuerza política aún hoy sigue sin pedirle la renuncia u obligarlo a pedir disculpas públicas.
Incluso después el atentado, Francisco Sánchez decidió continuar activamente con su iniciativa en favor a la pena de muerte para la vicepresidenta10. A una semana del hecho, el diputado afirmó continuar estando de acuerdo con su proyecto y lo defendió pero decidió desistir de presentarlo en este contexto únicamente para no herir sensibilidades11.
Algo similar sucedió con el diputado de “Republicanos Unidos”, López Murphy, quien en medio del debate público tuiteó “ellos o nosotros”:
Son ellos o nosotros.
— Ricardo López Murphy (@rlopezmurphy) August 27, 2022
Lo que me preocupa de la proliferación de estos discursos e imágenes es que basta con que una sola persona en un millón interprete literalmente el “ellos o nosotros”, la “pena de muerte”, o cualquiera de las imágenes de horcas, guillotinas o bolsas mortuorias para que se lleve a cabo un atentado como el que se quiso llevar a cabo. En los contextos en los que se normalizan estos discursos e imágenes es mucho más probable que gente como Montiel se sienta avalada para llevar a cabo acciones violentas que pongan en juego la convivencia democrática. De haber una escalada de violencia, también estamos ante la posibilidad de que la propia estabilidad del país se ponga en juego, y acciones como estas empiecen a generalizarse abriendo un futuro temible.
En contraste con la Semana Santa de 1987, vemos que no toda la clase política está dispuesta a suspender las legítimas tensiones políticas para salvaguardar la convivencia democrática: ante el intento de asesinato de la vicepresidenta, la presidenta del principal partido de la oposición aún no repudió el atentado. En este sentido, es importante recordar que a la democracia en nuestra historia se la defendió con la palabra de los políticos poniendo un límite a las escaladas de violencia; pero también se la defendió -y esta es la parte que nos toca- con el pensamiento crítico y el involucramiento activo de una sociedad que no temió a expresarse cuando la democracia estuvo en riesgo.
Como generaciones que no vivieron escaladas de violencia política -hablo por la de los estudiantes y por la mía- tenemos el desafío de volver a la historia para saber que la convivencia democrática no necesariamente estará siempre asegurada. Y que defenderla es tarea de todos y todas.