El cuerpo y la sexualidad en el medioevo europeo
La cotidianeidad en el Medioevo europeo se vio marcada por la constante presencia de las instituciones eclesiásticas. Hombres, mujeres, niños y adultos moldeaban su forma de vida conforme a las exigencias de la Iglesia, lo que influía en sus actividades, su alimentación y la relación carnal entre individuos. En este breve artículo proponemos analizar las concepciones del cuerpo y la sexualidad durante la Edad Media en Europa y el peso que la religión católica tenía en estos asuntos.
La sociedad medieval y la dualidad cristiana
Para hablar de la Edad Media europea, primero debemos hacer una breve introducción a la sociedad de aquella época, sociedad que se encontraba dividida principalmente en tres “órdenes” jerárquicos. En su obra “Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo”, el historiador francés Georges Duby nos habla de la existencia de los bellatores, los oratores y los laboratores. Los bellatores constituían el laicado, los señores feudales y sus caballeros vasallos, eran la nobleza poderosa que se imponía ante la plebe con el uso de la fuerza física. Los oratores eran los hombres que oraban, el clérigo, las instituciones eclesiásticas y todos sus miembros, y se imponían al campesinado mediante la fuerza psicológica, haciendo alusión a severas penas en vida y al sufrimiento eterno en el mundo de los muertos si no se vivía de acuerdo a lo que las sagradas escrituras y la institución católica promulgaban. Finalmente, tenemos a los laboratores, el pueblo llano, la plebe campesina, dominada y subyugada por bellatores y oratores, obligados a pagar tributo al señor feudal y a trabajar hasta el agotamiento para ganarse el descanso eterno en el más allá.
En esta sociedad jerarquizada, la teología cristiana acarreaba una compleja idea de dualidad cuerpo-alma, concepción que no nació en la época, si no que se extendía desde los años de Platón. En su obra “La civilización feudal, Europa del año mil a la colonización de América”, el historiador francés Jérôme Baschet nos habla de esta concepción dual de ser humano, en donde el cuerpo es la carne mortal, y el alma es la entidad espiritual inmortal.
El gran rechazo a lo corporal
En la relación dual que acabamos de mencionar, el cuerpo se considera el veneno y la prisión del alma, y el catolicismo se encarga de reprimir todas las manifestaciones sociales y la exultación de todo aquello que lo involucre. En el libro “Una historia del cuerpo en la Edad Media”, los autores Truong y Le Goff hacen un repaso de las grandes renuncias corporales que impuso la Iglesia Católica y que llegaron incluso a hacer desaparecer las termas, el deporte y los teatros. La homosexualidad estaba ampliamente reprimida, la mujer se encontraba sexualmente controlada, los travestismos de cualquier tipo eran sumamente condenados. Además, se reprimían las formas de placer corporal mientras se alentaban los sufrimientos voluntarios. La Iglesia se impone mediante las restricciones alimenticias a sus seguidores, dándose hacia el Siglo XIII un abanico de limitaciones que incluye abstenciones de carnes tres veces por semana. Se rechaza la embriaguez, y la indigestión se considera pecado.
En este ámbito, y sin ser animados por la institución eclesiástica, nacen los movimientos de flagelación, peregrinaciones de individuos que caminaban descalzos, con el cuerpo semidesnudo y cargando cruces y estandartes. La procesión era acompañada de un rito penitencial, la autoflagelación, generalmente en forma de azotes. Estos grupos de personas solían marchar en momentos de crisis y desesperación social como una manera de absolver sus pecados, siendo los más famosos los movimientos presentes en 1349, durante la pandemia de Peste Negra, especialmente en los territorios de la actual Alemania y Países Bajos.
La sexualidad como tabú y depreciación
La sexualidad, la sangre, y el esperma son demonizados. La mujer se encuentra en una posición de inferioridad debido a sus menstruaciones. La sexualidad queda reprimida, los monjes y eclesiásticos están sujetos a sus votos de castidad. La copulación solo es aceptada con la finalidad de procrear, se prohíben todas las prácticas consideradas desviadas por los agentes católicos. En las relaciones carnales, el hombre se consolida como “poseedor” de la mujer. La sodomía es inaceptable, y la homosexualidad se asimila a algo tan atroz como el canibalismo. El matrimonio es una imposición para los señores laicos y la nobleza, estratos sociales en donde la poligamia es de hecho admitida. En cuanto a los sectores más pobres, la monogamia instaurada por la Iglesia es más respetada. Por otro lado, el sexo durante la menstruación femenina conlleva hasta siete años de pena, lo mismo sucede con la masturbación, el adulterio, o la fornicación con monjes y monjas.
Entre los tres órdenes que mencionamos al comienzo, los laboratores son considerados como el resultado del “pecado original”, convertido en pecado sexual, cuyo núcleo fue la procreación del propio individuo, por lo que se ven atestados de impurezas, las cuales deben limpiar mediante el esfuerzo físico. Bajo este supuesto, la Iglesia Católica y los señores laicos lograron someter al pueblo llano a una vida de sufrimientos y de trabajos para que éstos hagan la labor pesada, básicamente ganándose el pan que otro iba a comer. Es por esto que Georges Duby nos comenta que “el trabajo es el destino común de todos los hombres que no son ni guerreros ni sacerdotes” (Duby 1978, 211).
La rebeldía de los paganos
Aunque en la teoría el control eclesiástico sobre el cuerpo y la sexualidad parece consolidado y asfixiante, las prácticas paganas en los ámbitos rurales no sólo perduran, si no que tienen períodos de crecimiento. Para finales del Siglo XII y principios del Siglo XIII, la “anti civilización” se expresa a través de los carnavales, eventos con cierto descontrol que se realizaban inmediatamente antes de la Cuaresma cristiana. En estas fechas encontramos una liberación del cuerpo, se exalta la comida en grandes banquetes, se consumen las carnes rojas rechazadas por la Iglesia y se utilizan a menudo máscaras o algún tipo de disfraz. Para finalizar, podemos remarcar que en cuanto a la sexualidad en estos festivales la información que nos ha llegado no es clara, aunque Le Goff comenta que el aspecto sexual no tendría el mismo peso que presenta en los carnavales actuales.
BIBLIOGRAFÍA
Baschet, Jérôme. 2009. La civilización feudal, Europa del año mil a la colonización de América. México: Fondo de Cultura Económica (FCE).
Duby, Georges. 1978. Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo. Barcelona: Ediciones Petrel.
Le Goff, Jacques, y Nicolas Truong. 2003. Una historia del Cuerpo en la Edad Media. Buenos Aires: Paidós.