“Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
Y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada
Al final de la partida no pudisteis hacer nada
Y bajo los adoquines no había arena de playa”
Papá cuéntame otra vez – Ismael Serrano
El escenario francés en los inicios de 1968 no representaba en absoluto la posibilidad de desencadenar un suceso revolucionario. Como producto de que Francia, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, había iniciado un proceso de recuperación que conformó una burbuja de bienestar social: una economía en expansión, una inflación controlada, un poder político estable y el surgimiento de la sociedad de consumo. Sin embargo, unos pocos meses después esta burbuja se tornaría insostenible.
El año de la revuelta estudiantil
En la Universidad de Nanterre, ubicada al oeste de París y en el corazón de un pueblo obrero, el 22 de marzo de 1968 numerosos estudiantes universitarios realizaron una protesta en contra de la represión policial y de las detenciones de sus compañeros durante la manifestación del Comité Vietnam Nacional contra el imperialismo estadounidense. El 28 de ese mismo mes el decano de la Facultad ordenó el cierre de la misma, provocando que los estudiantes trasladaran su reclamo a La Sorbona en el centro de la ciudad parisina. El 3 de mayo las protestas se centraron en la plaza de La Sorbona. La Unión Nacional de Estudiantes y el Sindicato de Profesores convocaron una huelga general ordenando la liberación de los estudiantes encarcelados y la reapertura de La Sorbona, que también había sido cerrada por el decano como producto de la marcha proveniente de Nanterre.
El episodio más reconocido del movimiento se produjo en el Barrio Latino la noche del 10 de mayo -distinguida como “la noche de las barricadas”- como consecuencia de que las autoridades francesas continuaran sin liberar a los estudiantes detenidos. La policía respondió por medio de la represión y terminó disolviendo las barricadas. En contestación, los estudiantes respondieron con adoquines. Momento en el cual los viejos adoquines parisinos se convirtieron en un elemento revolucionario e icónico de las revueltas del ‘68.
Se organizó una sublevación estudiantil junto a los sindicatos y partidos políticos de izquierda que se llevó a cabo el 13 de mayo. Ésta es reconocida como la mayor huelga obrera de Francia desde noviembre de 1936, ya que se paralizó la fuerza de trabajo de nueve millones de personas. Luego de las manifestaciones los trabajadores se opusieron a retornar a sus trabajos y comenzaron una oleada de protestas por medio de la ocupación de numerosas fábricas provocando que la economía se paralice. Esto, sumado a los acontecimientos anteriores, puso en jaque al gobierno del presidente Charles De Gaulle, quien luego de la huelga general convocó a elecciones legislativas para junio de 1968.
El desarrollo de los acontecimientos de la Francia convulsionada de 1968 fue un punto de inflexión en la historia sociopolítica y cultural del país. A pesar de que fue derrotado, este fue un movimiento de protesta y contestación sumamente reconocido que por sus tintes revolucionarios fue capaz de captar los aspectos insatisfechos de los individuos, permitiendo conformar una sociedad más inclusiva y progresista a partir de cambios culturales. Además, una de sus principales consecuencias a largo plazo se vio reflejada en la elección presidencial del socialista François Mitterand en 1981.
Protagonismo colectivo
Una particularidad de las revueltas de 1968 es que el accionar revolucionario es liderado por los movimientos estudiantiles. Eric Hobsbawm en su libro Historia del siglo XX caracteriza a la nueva cultura juvenil como “populista” por adoptar como patrón cultural la música y representaciones culturales de las clases bajas. Además plantea que era una forma de rechazar los valores y el orden establecido de la generación de los padres. También, caracteriza esta cultura como “iconoclasta”1, concepto que interpretamos como un rechazo y negación de la aplicación tradicional de la política. De esta forma, Hobsbawm vincula el ámbito intelectual con las pancartas y graffitis del mayo francés. Algunos de ellos eran:
«Queremos las estructuras al servicio del hombre y no al hombre al servicio de las estructuras. Queremos tener el placer de vivir y nunca más el mal de vivir.»
“Si lo que ven no es extraño, la visión es falsa.»
«Sean realistas: pidan lo imposible»
A su vez se dio el auge de los movimientos beatnik y hippie bajo premisas antibélicas y un sentimiento comunitario dentro de una sociedad que se regía por los principios individualistas del sistema capitalista. Entre las principales influencias de los jóvenes se encuentran ídolos musicales tales como los Rolling Stones, los Beatles y Bob Dylan. Las paredes parisinas llenas de graffitis que principalmente iban dirigidos en contra del estilo de vida materialista implantado por el capitalismo, y las miles de personas repartiendo panfletos con ideas revolucionarias son las demostraciones más significativas de las revueltas del ‘68. Elementos que fueron característicos del movimiento que anhelaba ser el inicio de una nueva comprensión de la política vinculada al deseo, a la libertad y a los cambios culturales
Principal inspirador
Herbert Marcuse fue un filósofo y sociólogo alemán reconocido de la primera generación de la Escuela de Fráncfort. En 1964 publica el reconocido libro El hombre unidimensional en el cual realiza una crítica al capitalismo y a la sociedad de consumo. En su teoría hace referencia a la idea de “conciencia unidimensional”, es decir, la conciencia absorbida por el fetichismo de la mercancía. Marcuse establece que el sistema capitalista convierte el contacto y las relaciones entre los seres humanos en relaciones mediadas por objetos, por mercancías. Provocando que los individuos se sientan libres, cuando verdaderamente la mercancía pasa a dominar la conciencia y las formas de relación entre las personas. La teoría marcusiana permite reconocer que el sistema provoca un trastocamiento en la conciencia y en la forma de vida de las personas. Como producto de que los seres humanos se someten de manera acrítica a la idea del consumo de la mercancía. Lo que provoca que las mercancías no estén al servicio de los individuos, sino que el ser humano se transforme en un elemento más dentro del arsenal de mercancías.
Ahora bien, los movimientos estudiantiles de mayo de 1968 aportaron su masividad bajo el propósito de establecer una nueva visión en la sociedad. Tomaron la alienación de los individuos como uno de sus principales motivos de movilización y por medio de la conciencia colectiva pretendían desestructurar la idea de coseidad implantada por el sistema capitalista, es decir: dejar de ver a los Otros como cosas. Este último aspecto también se vincula por completo con la caracterización anteriormente expuesta a partir del escrito de Eric Hobsbawm. Ya que el propósito de los movimientos juveniles y universitarios era precisamente poner en jaque el orden de las relaciones humanas.