1° de Junio, 1978
Querido Diario,
No puedo evitar compartir mi exalto por lo que fue la apertura del mundial hoy en River Plate. Chicos de mi edad por todo el campo vestían remeras y medias blancas, pantalones azules, y, con una coordinación perfecta, formaban en una coreografía las palabras “Argentina 78”, “Bienvenidos”, “Mundial FIFA” y el logo de la competencia. También, desfilaron las banderas de los países participantes del Mundial y los adheridos a la FIFA, y una bandera grande de Argentina que fue paseada por 20 de ellos. Sumamente emocionante. Y no solo fuimos nosotros quienes pudimos disfrutarlo, sino que también todos los que estaban en casa, que pudieron ver la maravillosa coreografía de colores que se estaba llevando a cabo en el campo. Mirara dónde mirara, la tribuna sonreía, cantaba, se emocionaba. Emanaba pasión y esperanza por el equipazo que iba a romperla en la cancha de juego en el próximo mes.
Pero fue con ese discurso proclamado por la “pantera rosa” antes del 0-0 de Alemania Polonia, el cual fue halagado por 70.000 personas con aplausos, que me empezó a hacer ruido el estar viviendo en un “mundo tan color de rosa”. Parecía como sí de repente y sin darnos cuenta, todos habíamos sido enceguecidos por la emoción y el entusiasmo que el fútbol nos produce, olvidándonos de nuestra constante incertidumbre con respecto a las intenciones del gobierno de facto que nos rige y viviendo plenamente la fiesta que implicaba ser anfitriones de una copa del mundo.
Luego de desfilar por las calles, cantando a todo pulmón con el resto de la hinchada, me tomé un subte y caminé hasta Plaza de Mayo en dirección a mi casa, ya olvidando mis sentimientos encontrados al inicio del partido. Allí me topé con una situación que me volvió a descolocar; las Madres de Plaza de Mayo. Algunas declarando frente a periodistas extranjeros y otras marchando con carteles que decían “Aparición con vida, cárcel a los genocidas” “¿Dónde están nuestros hijos?” “Restitución de niños secuestrados” Mujeres que hacía tiempo no sabían nada de sus hijos y que se movían dando vueltas en círculos en la Plaza en forma de protesta, con sus pañuelos blancos en la cabeza. Desesperadas. Pidiendo ayuda. No pude evitar frenar y mirarlas con perplejidad. “¿Por qué no están sus hijos?” “¿Qué les pasó?” “¿Volverán?” “¿Alguien las ayudará con su búsqueda?”, me preguntaba mientras esquivaba papelitos azules y blancos, y latas de espuma en la vereda. Me gustaría saber más de ellas pero, ¿será peligroso?. Espero que no.
Con amor,
María.
14 de Junio, 1978
Mis abuelos me invitaron a ver Polonia – Argentina, así que, agarré mi camiseta, y me tomé un colectivo a Quilmes. La gente iba eufórica y desbordada de alegría por el primer partido de la selección tras haber superado la fase de grupos, y yo, bueno, tampoco pude evitar unirme al cántico. En una de las paradas, me dió por mirar por la ventana. En cada esquina un hombre con casco, ropa de guerra, arma y chaleco antibalas. Me pregunté ¿Por qué?, si todos estábamos festejando pacíficamente. Supongo que es por precaución. ¿O tendrá algo que ver con los hijos desaparecidos de las mujeres que hoy volví a ver circulando en Plaza de Mayo? Me bajé en la siguiente parada y caminé una cuadra, esperando ver a mi abuela en la vereda con los brazos abiertos como habitualmente me recibe, pero no estaba. Toqué el timbre y salió a paso redoblado. “Dale, Solcito, apurate y entrá”. Rápidamente cerró la puerta con llave abajo y arriba. Estaba actuando demasiado raro. Le pregunté qué pasaba y si estaba todo bien. Mi abuelo salió de la habitación y tomó a mi abuela entre sus brazos, intentando calmarla. Me dijo angustiado que el lunes por la tarde el papá de Martín falleció. Martín es un niño de 4 años que cuido en el verano cuando me quedo en Quilmes, hijo del mayor Osvaldo Reyes. “Frente a su casa se encontraba estacionada una camioneta verde con cuatro terroristas que le dispararon cuando salía. Murió instantáneamente ya que no tuvo tiempo de defenderse, aunque, por suerte, Martín y su mamá no estaban en casa y pudieron salvarse” Mientras seguía detallando e intentando explicar la situación, empecé a sentir como se me formaba un nudo en la garganta. Era como si la tristeza y, a la vez, la bronca quisieran despojarse de mi cuerpo. Ambos me explicaron que tenían miedo de salir a la calle por si les pasaba algo similar. Les conté que, desde mis cuestionamientos en la apertura del mundial, no había dejado de informarme ni de escuchar conversaciones ajenas en la calle sobre lo que estaba ocurriendo en el país paralelamente al mundial. Les dije que lo que a él probablemente le pasó fue debido a la confrontación que existe entre militares y guerrillas. Recalqué que se quedaran tranquilos, que ni a ellos ni a mí nos va a pasar algo así. Los abracé y los besé a ambos en la frente aunque creo que yo era quién necesitaba ese beso y abrazo realmente. De todas formas, en el fondo me empezaba a hacer preguntas sobre Osvaldo… ¿Serían terroristas realmente los que lo mataron? ¿Habrá hecho algo él que nosotros no sabíamos o simplemente lo agarraron de punto? ¿Tendrá algo que ver él con los desaparecidos? ¿Tendrá algo que ver su muerte con que desde que empezó el proceso Osvaldo viene teniendo cada vez más propiedades a su nombre?
Faltaban 10’ para que empiece el partido así que nos cebamos unos mates y nos sentamos en el living. “GOOOL”, retumbó en el barrio 16’ después. No pude evitar preguntarme si se hubiese escuchado más fuerte si la tragedia que había sucedido dos días atrás no pasaba, ya que a Osvaldo le encantaba el fútbol y estaba muy entusiasmado por este mundial también. 1-0, Medio tiempo. ¿Será que los hijos de las madres de la plaza son terroristas? Corté una rodaja de pan. No puede ser. ¿Cómo les daría la cara para protestar si son delincuentes? Pero, en ese caso… ¿por qué no están presos y están “desaparecidos”? ¿Qué les harán cuando los desaparecen? ¿Se lo merecerían? Me cebé un mate. 2- 0, 71’. ¿O será que les mentí a mis abuelos y que a cualquiera de nosotros nos puede pasar algo así? Los miré a ambos. Estaban tan contentos por el nuevo triunfo, tan esperanzados. Parecían haber olvidado la angustia, igual que la hinchada del 1 de Junio en River Plate. ¿Será todo a propósito y nos estarán escondiendo algo?
Con esperanza,
María.
23 de Junio, 1978
Querida prima,
(Voy a usar estas páginas para expresar lo que creo nunca más voy a poder decirte.)
Cierro los ojos y aún puedo oírte tocar esas hermosas melodías que solías componer para la pequeña Angélica / el pequeño Guillermo. Melodías con las que lograbas transportarme al mundo maravilloso que imaginamos cuando teníamos 10 años, con las que les transmitías paz y mucho amor a todo aquel que te escuchaba, mostrando tu verdadera esencia. Tu bondad, cariño y empatía con todos es lo que siempre admiré de vos y de tus hermanos. Y es por eso que me pregunto, ¿por qué a ustedes?, ¿por qué a VOS?. Sigue sin entrar en mi cabeza la idea de que ya no estés, que te hayan arrebatado de nuestra vida tan de repente. No sabés como está la Negrita. Me llamó y me explicó que atacaron tu casa y la de Pablo, que destruyeron y se llevaron todo, sin dejar rastro alguno. Yo pensé que quizás fueron víctimas de terroristas, al igual que el Mayor Reyes pero la tía dice que fueron las fuerzas de seguridad. Al principio no entendía como “los buenos” serían los encargados de cometer una terrible atrocidad. Ahí fue cuando se cansó de que le haga tantas preguntas y me confesó que tanto vos, como Pablo y tus hermanos, militaban en contra del gobierno, el cual no busca para nada el bienestar de ninguno de nosotros y que, por eso, todas tus virtudes las destinabas a ayudar a los que más necesitan, en luchar por lo que todos nos merecemos, en poder poner palabra sobre lo que realmente nos pasa y, sino, poner estrofa. Lo comprendí. Te comprendí. Así, mis dudas fueron apagandose, pero una, aún, seguía retumbando en mi cabeza sin cesar; “¿Dónde estarás?”
Ojalá volver a escuchar tu dulce voz otra vez, sentir tu cálido abrazo como un chocolate caliente de la Negrita en invierno. Ver crecer y reír a tu tan anhelado pequeño/a llevarlo/a a aquel maravilloso mundo ideal que imaginamos a nuestros 10 años. Te extraño, Laurita.
Te ama,
María.
24 de Junio, 1978
Querido Diario,
Hoy será día de descanso para los futbolistas pero no para los que buscamos respuestas. Me llamó la Negrita. La noté completamente deprimida y agotada. Sigue buscando incansablemente a mis primos. Comenzó a protestar en las calles de Mar del Plata con el fin de que le den explicaciones y se encontró con otras madres en su misma situación. Ahora parece ser que armaron una especie de agrupación que, según lo describe, se hace muy similar a la de Plaza de Mayo. Me contó que algunas de ellas estuvieron indagando en el tema de no encontrar rastro alguno de la gente que desaparece de repente y sin explicación alguna. Al borde del llanto me explicaba que no hay que ser boludo para notar que vivimos bajo el carácter violento de la dominación militar, la cual se exhibe como una amenaza perpetua, como un recordatorio constante para la sociedad, que se visibiliza en el sistema penal, en el ejercicio legítimo de la violencia. Que varios fingieron demencia al principio de esta pesadilla porque nos presentaron a las guerrillas como enemigos sociales y como causa de nuestro subdesarrollo, pero que esto ya se ha salido de control y que es hora que todos sepamos la verdad.
Aunque suene difícil de creer, los uniformes, el discurso rígido y autoritario de los militares, los fríos comunicados difundidos en las cadenas de radio y televisión, no son más que la cara más presentable de su poder. A pesar de eso, sigue existiendo aquello que se les resbala de sus sangrientos dedos, que se fuga de su complejo y a la vez fragmentario sistema. Acá es donde aparece su otra cara, la “vergonzante”, y de la que muy pocos son conscientes; aunque sus inicios no son actuales, continúan más masiva que nunca. La Negrita habla nada más ni nada menos que del secuestro y posterior asesinato con aparición de la víctima desplomada en la vereda, justificandolo con la misma estupida excusa de siempre: “Nombre y Apellido” fallece durante un tiroteo contra las guerrillas”, publicada en los diarios y comunicada por radios y la televisión. Este “nombre y apellido” es sólo una de las tantas víctimas de la modalidad represiva y de perversión de las Fuerzas Armadas; la desaparición y el campo de concentración exterminio de “subversividad”. Ese secreto a voces que todos temen, muchos desconocen y unos cuantos niegan. Veinte, treinta, cuarenta mil torturados, muertos, desaparecidos…En estos rangos las cifras dejan de tener significación humana, las personas se transforman en números y es así como los represores fueron perdiendo la noción de que se está hablando de alguien con nombre y apellido, de carne y hueso, a quien le sacaron la posibilidad de vivir, y los han convertido en una simple estadística a la cual hay que eliminar si o si.
La Negrita hablaba sin parar, dejándome perpleja e incrédula. No podía entrar en mi cabeza que alguien podría ser capaz de ser tan poco humano y civilizado, menos hablando de nuestro sistema de seguridad, el cual debería protegernos de todo agente que amenace nuestra realidad. En estas semanas, creé millones de suposiciones e imaginé todos los escenarios, pero no que ellos serían de quienes debíamos temer. El hombre con el que tomaba mate todas las tardes de verano, con quien jugaba al truco hasta la madrugada, con el que le daba las buenas noches a Martín, quien me enseñó todo lo que se de fútbol y me compartió su pasión por el mismo, ¿tenía también esta cara “vergonzante”? No lo entiendo y tampoco quiero entenderlo. Ya no sé en quién confiar, ya no sé que hacer.
Expectante,
María.
25 de Junio, 1978
Querido Diario,
Y al fin llegó, el día más esperado. Hoy se sabrá quién es el nuevo campeón del mundo. Estoy en el colectivo y podría jurar que la tensión se puede ver desbordándose por las ventanas desde la vereda. Todos cantan, chiflan, golpean el techo, con una sonrisa esperanzadora dibujada en sus rostros. Mi “yo” del 1ero de Junio se uniría a ellos pero hoy vuelvo a aquel discurso que me descolocó, a ese encuentro que me dejó perpleja, al pequeño Martín y su mamá, a mi amorosa prima, sus hermanos y la pobre Negrita. A aquel discurso, a ese encuentro, al… Así una y otra vez, con la vista colgada en el Monumental que se va haciendo cada vez más y más grande.
Ya estoy en la platea, faltan 30’ para que arranque la hora de la verdad. Lastimosamente hablo nada más del partido, y no de lo que se esconde trás el. No hablo de lo que realmente está pasando en las calles, ni de los duelos que tienen que hacer todas las madres que pierden a sus hijos simplemente porque sí ni de lo que tienen que soportar por parte de las fuerzas de seguridad simplemente por pedir justicia. 15’. No hablo del dolor que tienen que pasar familias como la de Martín por perder a un padre y un marido, y ni hablar si se enteraran de todo en lo que pudo estar metido. Están saliendo los equipos a la cancha. Que locura las plateas y que locura debe ser la Plaza hoy también, ¿no?. Quedé en encontrarme con la Negrita ahí a la salida.
Pita el árbitro el inicio del partido. ¿Cómo es posible que se espere que disfrutemos plenamente del partido sabiendo que muchas voces son silenciadas y que la violencia y la opresión están presentes en nuestras calles?. ¿Festejar? Pero si a pesar de que los estadios están llenos de espectadores entusiasmados, también están siendo vigilados por las fuerzas de seguridad. La sombra del autoritarismo se cierne sobre nosotros, recordándonos que la libertad es un derecho que nos han arrebatado. GOOOL. Los cantos alegres retumban en la cancha mientras que los gritos y plegarias de las miles de víctimas muertas a manos de la violencia política del país en los campos de concentración desaparecen en el viento. Y son los mismos militaresquienes han convertido al fútbol en un espectáculo controlado, una forma de mantener a la población distraída y alejada de los problemas reales.
Gol de los otros y la gente se desilusiona. ¿Se desilusionarían así al enterarse que nos han robado nuestro derecho de saber qué le pasa a nuestra gente, qué le hacen a los quedesaparecen y no vuelven, que realmente “no hicieron algo para merecerlo”, y que si lo hicieron, en todo caso deberían estar presos, que nos mienten descaradamente en la cara y nos ocultan su aún más oscuro lado? Tiempo suplementario y la gente se queja. ¿Qué dirán cuando “el mundo color de rosa” se acabe, cuando hagamos salir a la luz la perversidad y la poca civilidad del gobierno corrupto que nos rige, quienes supuestamente nos vinieron a salvar de hundirnos en la oscuridad, pero que son nada más ni nada menos que ellos quienes nos están empujando hacia ella, a un pozo infinito del cual probablemente nunca podremos salir?
Argentina campeón del mundo. El mejor país en la actualidad en el ámbito futbolístico, pero ¿y los otros ámbitos? ¿Acaso a nadie les importa? Bueno a mí, a las Madres de Plaza de Mayo, a la Negrita y a sus compañeras, y todos los que permanecen en silencio pero tienen hambre de revolución, de verdad, de justicia sí nos importa y por eso vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para lograrlo. Estoy intentando pasar por la multitud ciega de emoción para salir hasta la calle y caminar a la Plaza y allí encontrarme con la Negrita. Aunque sé muy bien el camino, aún así, mi mente, así y sin cesar, sigue llena de cuestionamientos, de rabia y tristeza, haciéndome sentir atrapada, recorriendo un laberinto sin salida, entre mi ganas de festejar por el fútbol y mi impulso por luchar por los derechos humanos y la libertad de mi sociedad. De mis compañeros de tribuna. Con quienes segundos atrás me abrazaba, entonaba las canciones de cancha y me emocionaba por el gol del gran Kempes.
He descubierto que lamentablemente estas páginas son la única manera que tengo para poder expresar cómo me siento realmente y desahogarme. Aunque nos imponen silencio, acá puedo dar voz a mis preocupaciones y simplemente esperar que algún día sean leídas por alguien más. Sueño con un futuro en el que abunde la paz y la libertad, donde el fútbol pueda ser realmente un motivo de unidad y alegría genuina, sin estar manchado por la opresión, la perversidad y la violencia de quienes nos atraparon en la infinidad de la oscuridad.
Ya la veo a la Negrita. Te dejo y escribo pronto, mi queridísimo Diario.
Por siempre tuya,
María.