Un día del año 1966, me levanté con muchos gritos en mi casa, mi mamá estaba desesperada, por el noticiero y la radio se escuchaba
La exigencia de la subordinación a la ley implica la obligación correlativa, por parte del gobierno, de proporcionar a aquélla un contenido real y profundo. Cuando esa obligación es ignorada y el sistema institucional se convierte en una carga que oprime al país y anula sus mejores energías, vuelve al pueblo el supremo derecho de rebelarse en defensa de su libertad y de su futuro. Incumbía a las fuerzas armadas el deber de hacer efectivo este derecho irremunerable. Sería incompatible con la seriedad y el honor perseguir un mero cambio de personas o la sustitución de partidos. Esta Revolución Argentina no está dirigida contra ningún hombre público ni agrupación política. Mira solo hacia delante, y se propone realizar la transformación que el país exige para vivir con dignidad.
Un nuevo golpe de estado había llegado, mi familia al oírlo ya estaba asustada, con miedo a que nos pasara algo. El cansancio era inminente, ya estábamos hartos de no poder tener derechos civiles como otros países, estábamos preocupados. Yo no lo podía creer y mi papá menos. Por lo que escuché, el General Onganía había derrocado al presidente Illia, la desesperación era total, ya que era una dictadura sin plazos, en la radio no se paraba de escuchar el nombre de “Revolución Argentina”, así se hacían llamar.
A lo largo de los días, Ongania tomó medidas represivas que se podían ver en las calles, como la prohibición en la actividad política y estudiantil, la eliminación del congreso y la proscripción de partidos políticos. En nuestro día a día el peso de la dictadura también se sentía, como por ejemplo cuando un día fuimos a una plaza con mis amigos a merendar. Algo que no me parecía relevante pero se ve que a los militares sí les importó, es que uno de mis amigos, Juan, tenía el pelo largo y había empezado a usar jeans en el día a día porque le gustaba. A esa reunión de amigos fue un chico que me gustaba, Marcos y también 2 amigas mías, Maria con una pollera divina pero corta y Rosa con un pantalón azul. La juntada en el parque fue divertida hasta que pasó un móvil policial haciendo controles y vieron a Maria y a Juan de una manera despectiva, se bajaron del auto y nos pidieron nuestros documentos. Estábamos muy tensos porque no sabíamos qué nos podía pasar en manos de ellos. Nos pidieron nuestros documentos y luego decidieron llevarse a Maria a la comisaría, para que la buscaran sus padres. Por suerte, también se llevaron a Juan, lo que nos dio un poco de seguridad sobre María. Juan después nos contó que le cortaron el pelo y lo hicieron irse a su casa a cambiarse la ropa porque el jean “es una prenda de trabajo”. Obviamente, después de este horrible momento en el que no sabíamos qué iba a pasar con nuestros amigos, decidimos ir cada uno a nuestras respectivas casas, así que saludé a Marcos con un beso en el cachete y un “nos vemos otro día”, y caminé hasta casa con Rosa.
El día en el que se llevaron a Juan a la comisaría fue tan solo el comienzo de años que recuerdo con mucho dolor y bronca. Una noche de ese mismo año vi a mi hermana irse a escondidas de mi casa tarde por la noche, ella esperaba que nadie se enterase, pero yo salí a buscar un vaso de agua a la cocina y la vi cerrando la puerta de casa, ella no se dio cuenta que yo estaba ahí. Por el contexto en el que vivíamos era muy peligroso salir a esas horas de la noche, así que me quedé despierta esperándola en el living.Como a las 4 horas llegó, hizo mucho ruido, estaba muy alterada, por suerte ni mamá ni papá la vieron, pero yo la estaba esperando ahí para que me contara a dónde había ido, ya que siempre fuimos muy compinches pero ahora se estaba escapando y no me decía nada. Cuando entró vio a alguien y se asustó, pero cuando al ver que era yo suspiró y se largó a llorar así que preocupada le pregunté:
— ¿Qué te pasa?¿Te hicieron algo? ¡Contame! — a lo que ella, llorando, me dice:
— Acabo de volver de la UBA, fuimos con mis amigos de la facu y profesores a reclamar en contra de la intervención de las universidades — En eso la interrumpo y le digo….
— ¡Me jodés que estuviste en el desastre violento que contaba la radio!
— Sí, fue horrible, — me dijo entre llantos y sollozos— queríamos que fuera pacífica, nos habíamos encerrado dentro como manifestación, pero después llegaron los policías y empezaron con la violencia para que salgamos. Tiraron bombas de gases por la ventana para obligarnos a salir. Hubo gente que salió por detrás, pero los que salieron por el frente fueron golpeados por los bastones de los policías en fila, y a los que se oponían, los detenían. Detuvieron a docenas de profesores y compañeros, fue horrible, agarraron a Marcos, no pude hacer nada, ¡perdón!
— ¡QUÉ!! ¿¡A Marcos!? No lo puedo creer, ¿por qué no le dijiste que vaya atrás con vos? ¿Y ahora dónde está? — Mi hermana lloraba con culpa y repetía.
— No sé, no sé, creo que lo detuvieron, no sé, tenía sangre en la cabeza. — Ahí me di cuenta que le estaba por agarrar un ataque de pánico a mi hermana así que empecé a consolarla.
Al día siguiente a primera hora ella decidió contarle a mis papás, quienes llamaron a los padres de Marcos para contarles lo que había pasado y que nos cuenten si su hijo estaba bien. Por suerte nos dijeron que él ya estaba en su casa recomponiéndose. Cuando lo escuché mi cara se transformó, tenía una sonrisa de oreja a oreja. Con el paso del tiempo esa noche quedó marcada con el nombre de “la noche de los bastones largos”.
Al tiempo, cuando superó su trauma y volvió a la universidad, me contó que se dio cuenta que había materias en las que no tenía profesores, o alumnos que nunca volvieron, como su profesor de filosofía, que después de la catástrofe nadie nunca volvió a saber más de él, hasta que llego un rumor de que se había ido a otro país.
Algunos meses después cumplí 16 años, en un buen contexto familiar, de amigos y de relaciones amorosas (ya le había dado un beso a Marcos y él me dijo que yo también le gustaba, así que empezamos a pasar más tiempo juntos, venía a casa y yo a veces a la de él a pasar la tarde). Lo único que me era bastante molesto por lo repetitivo, era lo politizado que estaba mi papá: no paraba de mencionar la política en la cena familiar, la creación de las pandillas guerrilleras (montoneros/ERP) y la politización juvenil que logró qué se unificarán algunas ideologías como el peronismo, la izquierda y el catolicismo contra la dictadura y por la influencia de la Revolución Cubana de 1959. A mí, si bien mi interesaba, no estaba muy metida en esos temas. El tema que obsesionaba a mis papás era la supuesta ruptura generacional, que según repetían, género que quisiéramos ser distintos a ellos, ya que la generación de nuestros padres fue la que generó la dictadura. También porque nos veíamos influenciados por los adolescentes de otros países y por otro lado, porque debido a la dictadura muchos amigos se involucraron en la política. Así empezamos a revelarnos, cambiando nuestra forma de vivir y de pensar, cambiamos nuestra forma de vestir, la música que escuchábamos, con todos estos cambios, también surgió la píldora de anticonceptiva. Todos estos cambios se veían en las calles, en chicos con pelo largo, usando jeans, parejas dándose besos en plazas, mujeres con polleras cortas, escuchando folklore o rock nacional, más allá de que la dictadura estaba en contra y podían ser detenidos, como les conté anteriormente.
A mis 18 años ocurrió la Pueblada más importante de todas, el Cordobazo, aunque fue una época de muchos “azos” ya que habían más puebladas en distintas provincias, todos en contra de las políticas económicas de Krieger Vasena, la represión y sus muertes. En los diarios y revistas que escapaban a la censura se contaba que había obreros, estudiantes, vecinos y campesinos que marchaban con un punto de encuentro: oponerse a la dictadura. AL parecer, en el Cordobazo hubo 15 manzanas repletas de gente, la tensión se sentía. Onganía y Vasena terminaron renunciando. El Cordobazo y otras protestas como el correntinazo lograron acelerar el tiempo histórico. La Revolución Argentina pasó de ser una dictadura sin plazos, a un primer gobierno de Onganía que duró solo tres años hasta perder su liderazgo. De hecho, algunos sitúan en el cordobazo el inicio del declive de este régimen.
A medida que fui creciendo, los gobiernos de la dictadura fueron cambiando, a mis 19 Levingnton, a mis 20 Lanusse y en el año 1973 comienza Cámpora, que se presentó en representación de Perón para competir en las primeras elecciones libres que viví. Él obtuvo el 49% de los votos. Mi papá y yo estamos contentos de que hubiera vuelto el peronismo, me acuerdo de que ese dia hicimos un asado para festejarlo, ya que sabíamos que nos iban a ayudar subiendo los salarios, congelando precios y controlando el comercio, aunque no nos gustó que se hubieran liberado presos políticos cuando cámpora asumió, ya que muchos de ellos eran guerrilleros y parecía que habían tomado la cárcel de Devoto. El único que podía controlar estas revueltas era mi presidente Juan Domingo Perón, el presidente del pueblo.
Para esta altura Marcos y yo ya estábamos los dos muy enamorados y de novios, era el mejor momento de nuestra relación, y seguíamos haciendo salidas junto a Maria y Rosa, los dos estudiamos la misma carrera en la Universidad de Buenos Aires, aunque él estaba por terminar.
A mis 22 años un día me enteré que Perón volvería desde España definitivamente a la Argentina con su esposa Isabel. En mi familia nos hizo ruido que, desde que llegó, dejara de lado el discurso que tenía de liberación y se acercara tanto a los militares y promueviera la inversión extranjera. De todos modos, la orientación económica del gobierno también tenía cosas que nos gustaban como los acuerdos del Ministro Gelbard de precios y salarios entre la CGT y la CGE. Pero se podía ver en las calles mucha represión hacia la izquierda y hacia sectores del mismo peronismo. Lo cierto es que Perón trató de mejorar las relaciones con el sector empresarial y fomentar la inversión privada.
Mis 22 años serán siempre uno de los años más importantes de mi vida ya que fue el año que quedé embarazada de Marcos. Si bien había estado usando las pastillas anticonceptivas, se ve que fallaron, o hice algo mal. Para ese tiempo teniamos una relacion formal y seria, los dos estábamos dispuestos a ser padres, al principio la noticia fue un baldazo de agua fría y no sabíamos qué hacer, ya que éramos muy jóvenes. Aunque una buena noticia fue que los dos ya habíamos terminado de estudiar nuestra carrera en la UBA y estábamos trabajando por lo cual teníamos una base para empezar a pensar en una familia juntos. Lo pensamos muy bien y decidimos tenerlo. Nunca me arrepentí de esa decisión y nunca lo voy a hacer. Esta noticia me transformó, me hizo madurar de golpe y comenzar a pensar única y exclusivamente en el bien de mi futuro bebé, unos meses después nació y, con mi reciente marido, le pusimos Eva a nuestra muy linda y saludable hijita. Teníamos una felicidad extrema aunque no era para nada fácil. Con Marcos discutíamos mucho y no nos salió muy bien eso de ser padres primerizos.
Un día a mis 23 años mi padre muy triste viene a darme la noticia de que nuestro General Perón había fallecido de un paro cardíaco. Las calles estaban tristes. Fuimos al máximo encuentro a lamentarlo en el congreso, éramos 135000 personas al lado de él y afuera 1 millón de personas que no pudieron despedirlo, habían dos mil periodistas extranjeros que informaron de todos los detalles de este tristísimo evento. Luego, los restos fueron trasladados a una cripta en la Quinta Presidencial de Olivos. Mi padre y yo teníamos una tristeza inimaginable y no sabíamos cómo iba a ser el país sin él, nos iba a hacer mucha falta, para mí es y será recordado como el mejor presidente de la Argentina.
Este año fue muy triste y dificil para mi, ya que me enteré que mi marido me había estado siendo infiel todo este tiempo. Yo sabía que estábamos pasando por un momento difícil, ya que discutíamos mucho y nos estábamos adaptando a nuestra nueva vida pero nunca creí que me fuera a hacer eso. Él me pidió perdón y me dijo que nunca más lo iba a hacer, pero no había pasado una sola vez, fue durante meses, así que decidí que nos separaríamos un tiempo para pensar las cosas y estar sola antes que con una pareja que no podía ser leal y respetarme. Eva tenía tan solo un año y unos meses y me ponía muy triste la idea de que tuviera padres separados desde esa edad, pero era un cambio para bien en nuestras vidas, era mejor estar separados que estar discutiendo todo el tiempo en frente de ella, aunque la gente mirara mal y juzgara las separaciones de parejas casadas.
Un día cuando estaba volviendo a casa en el auto, puse la radio y escuché que Gelbard había renunciado, Isabel ya había asumido y el ministerio de economía estaría en manos de Celestino Rodrigo. Una semana después la calle ya estaba dominada por protestas, ya que Isabel no solo se estaba alineando con los militares, sino que también el aumento de la represión vino de la mano de un gran golpe al bolsillo del pueblo. El llamado “Rodrigazo” impuso medidas muy estrictas para nuestra economía, como los tarifazos, una devaluación del más del 100%, el libre mercado y congelamiento de salarios. Esto no me gustó, yo sentía que el país se iba hundiendo más y más, no podía esperar a que mi querida Argentina volviera a ser lo que era. Como es esperable, hubo un levantamiento popular ya que no nos conformábamos con esto.
También en el gobierno de Isabel tuvo lugar el operativo independencia, que fue, de alguna manera, una prueba de ensayo de las Fuerzas Armadas para torturar y desaparecer gente de manera sistemática. Para colmo, en las calles se veía que las guerrillas habían vuelto a intensificar la lucha armada.
A mis 25 años, a pesar de la alianza que forjó con los militares, estos derrocaron a la presidenta Isabelita, la metieron presa y así comenzó una nueva dictadura. Ellos se autodenominaron Proceso de Reorganización Nacional, este fue uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia, debido a las desapariciones, la represión a gran escala, la tortura sistemática y las violaciones a derechos. Duró hasta 1983, pero eso ya es otra historia.
Manuela Novoa, Gabriela Rosales y Sofía Espilez.