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Najdorf: el ajedrez y un “nacionalismo internacional”
Daniela Martínez nos cuenta sobre la historia de Miguel Najdorf, un ajedrecista nacido en Polonia que luego de quedar varado en Argentina, termina por considerarse a sí mismo como argentino. Daniela nos invita a analizar las nociones de nacionalismo y nación teniendo en cuenta la historia de Najdorf y la receptividad subjetiva de esos conceptos.

El que nació dos veces

Mojse Mendel Najdorf nació en Polonia en 1910. Naturalmente, su vida allí se vio atravesada por el desarrollo del conflicto bélico de la Primera Guerra Mundial iniciado en 1914. A los nueve años el padre de su amigo Rubén le enseñó a jugar al ajedrez y nunca más abandonó ese hábito que marcaría por completo su destino. Fue en el concierto de piano del Palacio de Invierno, inspirado en los estudios de Chopin -emblema de orgullo nacional polaco-, donde conoció a quien sería su esposa Genia con quien además tendría a su hija Lusha. La carrera ajedrecística profesional de Najdorf fue en constante ascenso y para finales de la década del 30 ya participaba de torneos alrededor de toda Europa. Para 1939 las tensiones políticas europeas se volvían inminentes. La preponderancia del fascismo con su impronta de superioridad racial y su política nacionalista se perfilaba ya como una amenaza concreta. En ese contexto, fue convocado junto a todo el equipo de ajedrez nacional polaco al Torneo de las Naciones  que se llevaría adelante aquí en Argentina en agosto de 1939. El plan era viajar con su esposa e hija a bordo del barco belga Piriápolis junto al resto de las divisiones ajedrecísticas europeas convocadas. Empero, su esposa enfermó y decidió quedarse en Polonia con su hija. Esa fue la última vez que Najdorf las vio: Genia, Lusha y el resto de los integrantes de su familia morirían en los campos de exterminio nazi.

Mendel llegaría a Buenos Aires para participar del Torneo de las Naciones en el Teatro Politeama un 24 de agosto de 19391. Los primeros días del mes de septiembre los nazis invadieron Polonia y al finalizar el torneo este quedaría varado en Argentina. Encontrándose aquí y teniendo que lidiar con diversos sentimientos, pensó en cómo sobrevivir. Sabía que no podía volver: su condición de judío se le presentaba como una evidente imposibilidad de retorno. Comenzó a trabajar como vendedor ambulante para “ganarse el pan” -como se decía en Polonia- vendiendo perfumes y corbatas. Dadas sus inminentes condiciones ajedrecísticas fue contratado en 1940 por la firma Molinos Harineros del Río de la Plata S.A. para desarrollar diversas exhibiciones de ajedrez simultáneas2 alrededor del país. Esa actividad marcó el precedente de lo que sería una de sus más famosas y reconocidas hazañas ajedrecísticas, enmarcada además en la imperiosa necesidad de hacerse famoso para intentar estrechar algún tipo de comunicación con su familia en Polonia. Se trató así de uno de los eventos más espectaculares de la historia del ajedrez: ¡las 45 partidas simultáneas a ciegas de Najdorf! El evento se llevó a cabo en Brasil -ciudad de San Pablo- en enero de 1947. Al margen de la genialidad del hecho, no tuvo éxito en la comunicación con su familia, aunque sí en labrarse su fama. Otro acontecimiento de imposible omisión es la creación de una variante ajedrecística3 que llevaría su nombre: 4la Defensa Siciliana Najdorf. Para el año 1947 recibiría su carta de ciudadanía y pasaría a llamarse “Miguel”. Este ajedrecista contribuyó notablemente en el ascenso internacional del ajedrez argentino destacándose olímpicamente en 3 oportunidades entre 1950 y 1954 y obteniendo para la Argentina tres subcampeonatos olímpicos.

En su estadía Najdorf supo vislumbrar que este país sería su nuevo hogar y cultivó así sentimientos de amor a la Argentina. ¿Qué tipo de factores confluyeron para abonar su nueva identidad nacional? ¿Cómo es que un ciudadano polaco -con abismales “distancias culturales y lingüísticas”- pueda decir que a pesar de volver a Varsovia después de la guerra, él había cambiado y ahora “siente y piensa como argentino”?5 ¿Emociones, desapegos forzosos, nostalgias vedadas por la imposibilidad de un retorno a su lugar de origen y sus afectos?6. Najdorf ha dejado registradas en múltiples entrevistas, libros y notas de diarios expresiones y acciones que reflejan ese profundo arraigo y afecto por la Argentina. Es muy conocida en el ambiente ajedrecístico aquella anécdota en la que luego de cruzar por Av. de Mayo, un sujeto lo reconoció y le preguntó si jugaba al ajedrez. Najdorf luego de contestar afirmativamente le preguntó qué hacía él: “Yo… ganándome el puchero”. En ese momento se anotició de que el puchero era una comida que contenía carnes y verduras y pensó: “En Polonia decimos ganarse el Pan, aquí se dice ganarse el puchero, entonces aquí se vive bien”7.Luego de esta epifanía más bien terrenal, Miguel rechazó la invitación de Raúl Capablanca -otra leyenda del ajedrez- para irse a vivir a Cuba con él y decidió quedarse aquí. En otra oportunidad en el año 1965 dijo:

“… ¡Cómo no quieren que sea argentino!  Tengo una mujer argentina, de la que estoy profundamente enamorado, Tengo dos hijas argentinas a las que quiero con locura. Mis mejores amigos los he hecho en Argentina. Este país generoso me ha brindado condiciones excepcionales para labrarme una posición económica. Todo lo que tenía y quería en mi país natal ha sido arrasado. ¿Cuál otra podría ser mi patria?” “Nací dos veces sin haber pasado por el requisito de la muerte, una a los cero años, la segunda a los 29”.8

Miguel falleció en Málaga en 1997 a los 87 años.

Nacionalismos y Nación: algunas consideraciones                                   

En la presente nota se ha hecho evidente y repetitivo el uso de los conceptos tanto de nación como de nacionalismo;probablemente no se haya reparado en ello detectando un indicio de sorpresa. Ambos parecen más bien “naturales” ante nuestra percepción. No obstante, diversos estudios históricos han problematizado estos conceptos. ¿Qué entendemos por “Nación”? La perspectiva modernistade la que participan autores como Eric Hobsbawm o Ernest Gellner, considera a la nación como un agente moderno surgido recién luego de la creación de la Asamblea Nacional Constituyente francesa de 1789 -en el marco de la Revolución-. No se trata en su defecto de una entidad política atemporal y universal. Si bien puede tender a asociarse a la nación con una unidad política territorial delimitada y regida por criterios étnico-lingüísticos supuestamente homogéneos, esto más bien forma parte de una ficción construida. Es una ficción en tanto y en cuanto estos criterios son demasiado estrictos e insuficientes para encasillar a diversas poblaciones indudablemente heterogéneas. Para esta perspectiva fue el nacionalismo lo que dio resultado a las naciones y no al revés. Ahora bien: ¿Es posible interpretar la historia de Najdorf desde este esquema?

En el periodo de entreguerras el “principio Wilsoniano” intentó trazar estrictas fronteras entre estados nacionales, tomando como criterio la existencia de una única lengua o determinadas raíces étnicas supuestamente homogéneas. Sin embargo, esta homogeneidad no era tal: existían múltiples identidades étnicas, culturales y lenguas. Dicha rigidez mostraba lo insólito de los criterios bajo los cuales se buscó “delimitar” a las naciones. Hecho que finalmente propició intensos conflictos raciales que acabaría con las expulsiones masivas de las llamadas “minorías”; fenómeno mejor evidenciado al final de la Segunda Guerra Mundial mediante el despliegue hitleriano9.  La paradoja radica en que, si bien a simple vista puede parecer obvio que los nacionalismos de los sujetos emergen de su apego o voluntad hacia su patria o cultura nacional, en la política wilsoniana estos criterios buscaron cumplir la función de encasillar a la fuerza a las personas. Este nacionalismo fue parte de un programa político impulsado por el Estado con el fin de moldear ciudadanos patrióticos capaces de contribuir a una idea de nación, para cumplir con determinados fines: económicos, políticos y sociales. Estos criterios fueron difusos, ambivalentes e imprecisos. No obstante, ya sugeridas las contradicciones que se manifiestan en la idea de una nación impuesta “desde arriba”, el vínculo entre Najdorf y la Argentina también indica que la nación puede ser aquel conjunto de personas que se consideren parte de la misma. Sentimiento de pertenencia que va más allá del proyecto de segmentación racial o étnica de las naciones.10

Entonces, pese a que cierta interpretación del problema del nacionalismo y la nación ha destacado exclusivamente su ficción programática: ¿Qué ocurre con la receptividad de los sujetos al respecto? Probablemente por fuera de sus fines programáticos encontremos ciertas “nociones” de pertenencia a una determinada región o a una determinada cultura, como así también sentimientos que abonen en esa dirección. ¿Qué ocurre cuando los actores internalizan estas nociones y las modelan con sus propios entendimientos? ¿Son así además capaces de violar los fines estrictamente programáticos y transmutar los sentidos de nacionalismo y patria? El caso de Miguel Najdorf demuestra en parte la capacidad y el protagonismo que tiene el propio entendimiento subjetivo de modelar estos sentimientos patrióticos, e incluso desplazarlos en tiempo y espacio hacia otras regiones.

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